Con el reciente especial de Música Disco transmitido en mi programa, recordé algunas de las modas que había en los setentas. Los pantalones acampanados con zapatos de plataforma, la música disco con todo y Fito Girón y el Atari del Ping Pong eran algunas de las que más causaban furor aquí en México y en varias partes del mundo.
Pocas personas pueden jactarse de haber impuesto una moda. Claro que no hace falta ser un diseñador profesional para imponer una. Hay personas, principalmente artistas, que imponen muchas modas. Y cuando escribo moda no solo me refiero a moda de ropa ó de accesorios, sino a su concepto más amplio, como una canción con algún baile, por ejemplo la canción Night Fever de los BeeGees con su pasito de baile clásico, ó una actitud como la de “Haz el amor y no la guerra” que tanto se pronunciaba en los setentas, ó incluso una manera específica de hablar, ¿Verdad que sí, wey? Uff! Que naco!!!
Bueno, pues así estaba yo, recordando algunas etapas de mi infancia, cuando de repente me di cuenta de que yo, Fabricio, el mismo que canta y baila, había impuesto una moda entre mis cuates.
Todo empezó con un amigo de mi mamá llamado Nelson. Nelson solía ponerse hasta las chanclas mientras fumaba Delicados como chacuaco. Chale! Si vas a fumar, por favor que no sean Delicados! Pero bueno, un día sin avisar llegó a visitar a mi madre, pero el señor no llegó solo. Con él trajo dos peceras, con todo y su bomba de aire, termostato, mangueras, red y por supuesto agua y como 40 Guppies!!! Orale! ¿Pos de que me querrá convencer éste Nelson? Jaja! Desgraciadamente Nelson jamás llegó a saber de la gran influencia que su regalo tuvo en mí ya que murió meses después. ¿Ya ves porque no hay que fumar Delicados?
Caray! A mis once, doce años de vida jamás había tenido peces! Siempre tuve animales, pero los considerados como “normalitos”, como lo son perros, un gato, tortugas, hamsters, ranas y hasta víboras las cuales, por supuesto, hacían muy feliz a mi mamá. Si, claro.
Aquellas fueron dos simples peceras de no más de 15 litros cada una, pero con el tiempo llegaron a convertirse en algo muy importante para mí, y dicho sea de paso, también para mis cuates. Tanto me dedicaba yo a los dichosos peces, que en algún momento de mi afición llegué a tener en la cochera de mi casa hasta cuatrocientos de ellos en todas formas y tamaños repartidos en varias peceras, que iban desde los 5 hasta los 200 litros!
Por otro lado, admito que nunca fui un buen estudiante, siempre estuve debajo del promedio y vergonzosamente me es difícil recordar algún año escolar en el que al final, no me fuera a exámenes extraordinarios. Eso sí, me jacto de nunca haber quedado en último lugar de mi clase! Ja! Que alivio!
Por supuesto que mi mamá no estaba contenta. Y de entre tantos métodos que utilizó para hacer de mí un mejor estudiante, como sonoras chanclizas, mandarme diariamente a estudiar a casa de mis tías, meterme al “Estudio Dirigido” por las tardes y pagar maestros a domicilio, ninguno le funcionó. Ninguno. Fue entonces que como último recurso, y ya estando desesperada sin saber que más hacer para corregirme, decidió cortarme todo ingreso económico, incluyendo los $50.00 pesos que mi tío Roberto me daba semanalmente como domingo, un super billete en aquel entonces, sobre todo para un mocoso de 11 ó 12 años como yo.
Pobre mi madre que ahora ni siquiera recuerda que tiene un hijo, pero hasta hace algunos años todavía solía relatar esta historia con tal orgullo que le era imposible disimularlo. Contaba que tras dos semanas de haber sufrido mi “recorte presupuestal”, empezó a notar que durante gran parte del día varios desconocidos entraban y salían de la cochera de la casa. Entraban, permanecían unos 15 ó 20 minutos para después salir con unas bolsas de plástico. Ajá!!! Trinche gordo tan chiquito y ya hecho todo un super dealer!!! Jaja! No no no! Afortunadamente no hizo falta caer en eso. Después de poner más atención a mis actividades, se dio cuenta de que ya era yo todo un business man, generando un ingreso propio vendiendo peces y aditamentos para peceras con todo y letrero de “ACUARIO” colgado afuera de mi casa. Mucho le extrañaba a mi mamá que aún sin dinero, siguiera yo llegando a casa con peceras y demás artículos acuarísticos. Pues claro! El “señorito” invitaba a familiares, vecinos, amigos y hasta desconocidos que pasaban por la calle a pasar a la casa para ver sus numerosos peces de varias especies y por supuesto, para comprar!!!
“Están preciosos! Pero no tengo donde ponerlos” decían algunos. No se preocupe señora, aquí le vendo esta practica pecerita de 15 litros perfecta para empezar su hobby, no requiere de mucho mantenimiento y aquí le vendo los peces y como un plus, la asesoro a domicilio. Y como fregaos no! Salían felices de mi casa con peces, pecera, bomba, filtro, manguera y hasta alimento! Jaja! El más feliz era yo pues no solo mi negocio crecía sino que también me independizaba, pues ya no necesitaba del dinero del tío, ni de nadie para irme a Mundo Feliz (lo recuerdan?), al cine ó a comprarme algún juguete ó baratija.
Conforme mis amigos visitaban mi casa y fueron conociendo mi hobby, les empezó a interesar, ó a dar envidia, diría yo, y empezaron a comprarme peceras y peces. Claro, yo no era tan menso! Las peceras mas grandes y bonitas no las vendía, ni tampoco los mejores peces, así es de que se iban a sus casas a platicarle a sus papás lo bonitos que eran mis acuarios y peces tropicales. Incluso algunos de ellos me hacían que fuera a sus casas para explicarles y convencer a sus papás de lo fácil que era su mantenimiento y lo super barato que costaban. Jeje! Trinche gordo, canijillo desde chiquillo!
Y ahí empezó mi carrera como influyente iniciador de la moda de tener acuarios en casa. Claro, no fue una moda a gran escala pero por lo menos diez de mis amigos, mas otros tantos vecinos y desconocidos terminaron teniendo peceras en sus casas. Todo gracias al gordito vendedor de peces.