domingo, 19 de junio de 2011

EL MEJOR REGALO DEL MUNDO

Recuerdo haber leído ésta historia por lo menos unas cinco veces, y en todas, he llorado.  Jamás conocí a mi papá, jamás se ocupó de velar por su hijo, consecuentemente no tengo ningún tipo de sentimiento hacia él.  Si acaso un pequeñísimo rencor por núnca haberse  ocupado de mí ni de mi madre. Cuando cumplí los 18, meta que yo mismo me impuse para localizarlo y conocerlo, me enteré de que ya había fallecido. Lástima, me hubiéra gustado conocerlo y escuchar su versión de las cosas.  Afortunadamente conté con un abuelo presente y amoroso que lo suplió con creces. Desgraciadamente mi abuelo falleció cuando yo, a mis 13 años, estaba estudiando en Estados Unidos. Era yo demasiado jóven como para apreciar realmente lo que perdí con la muerte de mi abuelo. Ahora, en retrospectiva, admiro la valentía y el incondicional amor que mi abuelo me mostró en esos escasos 13 años. Quisiera haber sido mayor para poder valorar su experiencia y sus consejos.  

Sin embargo durante ese poco tiempo, mi abuelo supo dejar su marca. Si amo a mí país, a su historia y si valoro todo lo que México significa, es por él. Si defiendo a la mujer y soy un caballero al abrirles la puerta y acercarle la silla, es por él. Si me pongo respetuosamente de pié cada vez que escucho nuestro Himno Nacional, es por él. Si me doy cuenta que la familia es lo más preciado para cualquier persona, es por él.  Gracias abuelo!

Ahora les comparto ésta conmovedora historia que queda perfecta para éste día del padre.   

El día que mi María José nació, en verdad no sentí gran alegría porque la decepción que sentía parecía ser más grande que el gran acontecimiento que representaba tener un hijo. Yo quería un varón. A los dos días de haber nacido, fui a buscar a dos mujeres, una lucia pálida y otra radiante y dormilona.

En pocos meses me dejé cautivar por la sonrisa de María José y por el negro de su mirada fija y penetrante, fue entonces cuando empecé a amarla con locura, su carita, su mirada no se apartaba ni un instante de mi  pensamiento; todo se lo quería comprar, la miraba en cada niño o niña. Hacía planes, todo sería para mi María José.

Este relato era contado a menudo por Randolf, el padre de María José. Yo también tenía gran afecto por la niña que era la razón más grande de vivir de Randolf, según decía el mismo. Una tarde estaba mi familia y la de Randolf haciendo un picnic a la orilla de la laguna cerca de casa y la niña entablo una conversación con su papá, que todos escuchamos: “Papi, cuando cumpla quince años, ¿cual será mi regalo?.

Pero mi amor si apenas tienes diez añitos, ¿no te parece que falta mucho para esa fecha?

Bueno Papi, tú siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto pasar por aquí. La conversación se extendía y todos participábamos de ella. Al caer el sol, regresamos a nuestras casas.

Una mañana me encontré con Randolf enfrente del colegio donde estudiaba su hija quien ya tenía catorce años. El hombre se veía muy contento y la sonrisa no se apartaba de su rostro. Con gran orgullo me mostraba las calificaciones de María José, eran notas impresionantes; ninguna bajaba de 9 y los comentarios que le habían escrito los profesores eran realmente conmovedores. Felicité al dichoso padre y le invité un café.

María José ocupaba todo el espacio en casa, en la mente y en el corazón de la familia, especialmente en el de su padre. Fue un domingo muy temprano cuando nos dirigíamos a misa, cuando María José tropezó con algo – eso creímos todos- y dio un traspié, su papá la agarró de inmediato para que no se cayera. Ya instalados en nuestros asientos, vimos como María José fue cayendo lentamente sobre el banco y casi perdió el conocimiento. La tomé en brazos mientras su padre buscaba un taxi. La llevamos al hospital. Allí permaneció por diez días y fue entonces cuando le informaron que su hija padecía de una grave enfermedad que afectaba seriamente a su corazón, pero no era algo definitivo, que había que practicarle otras pruebas para llegar a un diagnostico firme.

Los días iban transcurriendo, Randolf renunció a su trabajo para dedicarse únicamente al cuidado de María José, su madre quería hacerlo pero decidieron que ella trabajaría, pues sus ingresos eran superiores a los de él. Una mañana Randolf se encontraba al lado se su hija cuando ella le pregunto: ¿Voy a morir, no es cierto? Te lo dijeron los médicos.

No mi amor, no vas a morir,  Dios que es grande no permitirá que esto le pase a lo que más he amado y amo en el mundo, - respondió el padre.

¿Sabes si se puede volver del cielo?

Bueno hija, respondió, en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo sobre eso, pero si yo muriera no te dejaría sola. Estando en el mas allá buscaría la manera de comunicarme contigo, en ultima instancia utilizaría el viento para venir a verte.

¿Al viento?, replico María José,  ¿y como lo harías? No tengo la menor idea hija, sólo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.

Ese mismo día por la tarde llamaron a Randolf. El asunto era grave, su hija estaba muriendo, necesitaba un corazón pues el de ella  no resistiría unos quince o vente días más. ¡Un Corazón! ¿Dónde hallar un Corazón? ¿Lo vendían en la farmacia acaso, en el supermercado, o en una de esas grandes tiendas que propagandean por radio y televisión? ¡Un Corazón ¡ ¿Donde? ¿¿¿Donde???

Ese mismo mes María José cumpliría sus quince años. Fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un donante. Las cosas iban a cambiar. El domingo por la tarde, ya María José estaba operada. Todo salió como los médicos lo esperaban. ¡Éxito Total!

Sin embargo, Randolf no había vuelto por el hospital y María José lo extrañaba muchísimo. Su mamá le decía que ya todo estaba bien, seria ella quien trabajaría para sostener a la familia.

María José permaneció en el Hospital por quince días más, los médicos no habían querido dejarla ir hasta que su corazón estuviera firme y fuerte, y así lo hicieron. Al llegar a casa todos se sentaron en un enorme sofá y su mamá con los ojos llenos de lágrimas le entrego a Maria José una carta de su padre.

María José mi Gran Amor….

“Al momento de leer ésta carta, debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho. Esa era la promesa de los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no estar a tú lado en éste instante. Cuando supe que ibas a morir, decidí dar respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenías diez años y la cual no respondí.

Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás a hecho. Te regalo mi vida entera sin condición alguna, para que hagas con ella lo que quieras.

…...! Vive hija!………. “Té Amo”.

María José lloro todo el día y toda la noche. Al día siguiente, fue al cementerio y se sentó sobre la tumba de su papá, lloró como nadie lo ha hecho y susurro: “Papi ahora puedo comprender cuanto me amabas, Yo también te amaba aunque nunca te lo dije. Por eso comprendo la importancia de decir TE AMO. Y te pediría perdón por haber guardado silencio “. En ese instante las copas de los árboles se movían suavemente, cayeron algunas flores y una brisa rozó las mejilla de María José. Alzó la mirada al cielo, se levanto y camino a casa.

Realmente conmovedor ¿No creen?

Con el reciente deceso de mi buen amigo Eric, viví en carne propia la gran importancia que tiene la donación. Ya sea de sangre, de tejidos ó de organos, la donación permite que la persona que amamos y que desgraciadamente falleció, continúe viviendo entre nosotros a través de otra persona.  Existen muchos mitos acerca de la donación. Muchos creen que el cuerpo del donante queda desfigurado ó con marcas visibles y la verdad es que es imperceptible.

Ayudemos a salvar vidas y a mejorar la vida de otras personas cuando nosotros ya nos hayamos ido.  Nunca se sabe cuando la persona que lo necesite sea de nuestra propia familia, como el caso de Maria José.

Feliz día del padre, para ustedes que tienen la dicha de tener uno. Valórenlo y ámenlo. No pierdan el tiempo en rencores ó enojos. No hay nada peor que vivir arrepentido.

Aquí les incluyo un enlace para que reciban su tarjeta de donador voluntario.

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